Mireya Baltra heredó su oficio de suplementera de su padre, don José, quien conoció a la madre de Mireya cuando él repartía diarios en la casa donde ella era empleada doméstica. Luego del casamiento de ambos, y del nacimiento de quien sería ministra de Allende, Baltra se cría al alero de un kiosko de diarios ubicado en la intersección de las calles Ahumada con Agustinas.
En una entrevista realizada por el diario The clinic en 2019, el periodista ralata cómo fue forjando ese carcter que la hizo conocida. “Desde pequeña, Mireya forjó una personalidad fuerte, con carácter, impulsada en parte por su padre, quien le enseñó a ella y a sus hermanos Elda, Ruth, Odette y Gastón, a boxear, para defenderse de los niños de la población que les gritaban “¡diareras!”.
Su padre, quien le había enseñado a pelear a puños, también le enseñó la lucha sindical. Él era dirigente del Sindicato de Suplementeros y miembro del Partido Radical, mismo camino que siguió Mireya cuando tuvo su propio quiosco en Matías Cousiño con La Moneda. Así, se hizo socia del Sindicato de Suplementeros y tomó las dos banderas de lucha que cargaría durante su vida: la igualdad de derechos para las mujeres y el fin de las injusticias para los trabajadores.
Tras brindar su apoyo a la primera candidatura de Allende en 1959, y luego de derrota, ella y su compañero deciden militar en el Partido Socialista al que no perteneció por mucho tiempo. Luego, se acerca al Partido Comunista, colectividad en la cual militará en los años siguientes, siendo incluso columnista del Diario El Siglo.
Durante los primeros años de la década de los 60’ obtuvo por voto popular, el cargo de regidora por la Municipalidad de Santiago. Durante su cargo mantuvo sus vínculos con los movimientos sociales, avivando a las y los vecinos para que se manifestaran durante las sesiones municipales.
Tras años de intensa participación en actividades políticas, tanto en Chile como en Latinoamérica, la figura de Mireya será reconocida por su convicción, su carácter y su compromiso social, además, de su deslenguado estilo que no trepidaba en expresar con chilenismos, según fuera la ocasión. “Un garabato bien dicho vale más que mil palabras” confesará en la entrevista en The Clinic.
En 1972, tras un cambio de gabinete, Salvador Allende la convoca para liderar la cartera de Trabajo y Previsión Social señalando: “De tu quiosco en calle Moneda, llegaste al Palacio de la Moneda”, las dudas sobre la idoneidad de una mujer que vendía diarios, ocuparon las páginas de la prensa y de un grupo de personas para quienes, la experiencia de vida de trabajo, de mujer, de lucha sindical, no bastaba para ocupar un cargo público. Pese a todo, Mireya Baltra fue la primera mujer en integrar el gobierno de la Unidad Popular y la primera mujer ministra en Chile y Latinoamérica
Tras el golpe de estado el exilio la llevó a Holanda y República Checa. Trece años después, retornará de manera clandestina a Chile por el paso cordillerano de Tronador, a la altura de Osorno. Desde Argentina, ella yJulieta Campusano habían emprendido una travesía que duró 10 días. Una parte en camioneta, a caballo, en carreta y a pie, cruzaron la frontera. Llegaron a Puerto Montt y de allí a Santiago, a donde arribaron el domingo 22 de marzo de 1987. Recién en mayo, salieron de la clandestinidad y se presentaron ante los tribunales, pocas horas después las llevaron relegadas a la ciudad de Puerto Aysén.
La vida de Mireya es aquella que está plagada de luchas, convicciones y sacrificios, por eso, en los años noventa cuando ya era mujer mayor, decidió estudiar sociología en la Universidad Arcis
Hoy, a sus noventa años la figura de Mireya Baltra, la suplementera que llegó a la Moneda, es clave para entender aquellos caminos que debieron recorrer las mujeres en esa lucha constante por abrir aquellos espacios negados en la política y en la sociedad y que en un día como hoy cobran cada vez más valor al fragor de las demandas por una sociedad más justa e igualitaria en derechos.