Ñuñoa y Víctor Jara. Por Vólker Gutiérrez.

Artículo publicado originalmente en enero de 2010.

Hace pocos días, una multitud de chilenos, especialmente jóvenes, desbordó las calles céntricas de Santiago para despedir como se merecía el director teatral y folclorista Víctor Jara, asesinado apenas producido el Golpe de Estado de 1973. La vida y obra del cantante nacional, con creaciones que emergieron de las tierras sureñas hasta diseminarse por todo el planeta, bien se ganó el homenaje popular que le fue brindado. No podía ser menos para quien pidió con bella melodía el derecho de vivir en paz.

Aunque la faceta más conocida de Víctor Jara en el arte fue la que derivó de sus canciones, también tuvo otras no menores que le valieron el reconocimiento de sus pares, como ocurrió con la dirección teatral. Fue toda una vida, corta vida truncada violentamente, la que dedicó al desarrollo de la cultura chilena y universal. Y Víctor no sólo gustaba de mostrar su fecunda capacidad artística, sino que también dedicaba tiempo y energía a traspasar sus conocimientos y experiencia a quienes se lo solicitaran, transformándose por ello en un maestro.

Casa de la Cultura de Ñuñoa. Palacio Ossa.

La dimensión educadora del creador de “Te recuerdo Amanda” lo acercó a generaciones más jóvenes que la suya, a la vez que lo vinculó con instituciones de diversa envergadura, como la ex Universidad Técnica del Estado o la Casa de la Cultura de… Ñuñoa. En efecto, aunque muy poco se ha difundido que la tierra de los ñuños supo también del privilegio de contar con la entrega generosa de Víctor Jara, lo cierto es que por estos pagos hubo quienes recibieron la enseñanza del folclorista.

En el libro que escribió la viuda de Víctor, Joan Turner, cuenta que “Él mismo tuvo la oportunidad de desarrollar ese aspecto de su trabajo cuando, en 1963, se dirigió a él Gregorio de la Fuente, entonces director de la Casa de la Cultura de Ñuñoa (…) y le pidió que fundara una escuela de folklore. Con ayuda de una de las integrantes de Cuncumén, Maruja Espinoza, Víctor organizó los cursos y enseñó las danzas folklóricas que más le gustaban, mientras Maruja se concentró en la enseñanza de la guitarra. En un par de años un grupo de alumnos numeroso y entusiasta hizo posible la formación de un conjunto de intérpretes muy animado, del que posteriormente surgieron varios solistas”.

Así es. Además de ser apoderado del también ñuñoíno Liceo Manuel de Salas, Víctor Jara estuvo directamente vinculado con el desarrollo cultural de esta comuna. Y en el palacio Ossa, donde funciona desde 1953 la Casa de la Cultura de Ñuñoa y la Biblioteca Municipal y donde Víctor desplegó alguna vez sus conocimientos folclóricos, no existe nada que lo recuerde, nada visible que haga memoria a la presencia tan cercana de alguien que, por su grandeza, dio su nombre a un planeta.

La mayoría de los mortales no tenemos la habilidad o el don de transformar lo cotidiano en arte (al menos del bueno, del superior). Sin embargo, creo, sí sabemos agradecer. Y así como miles hace poco, encabezados por la actual Presidenta de Chile, retribuyeron a Víctor Jara por el legado que nos dejó, no estaría mal que en esta comuna se hiciera un gesto propio y mínimo hacia quien, provisto de un excepcional talento, formó y educó en el corazón de Ñuñoa.

Vólker Gutiérrez A.

Periodista / Profesor

Presidente Cultura Mapocho


2011-01-19T12:55:13-04:00 2011/01/19|