Igual que lo expresa varias veces Nicomedes Guzmán en su novela “La sangre y la esperanza”, las campanas de la Iglesia de Andacollo, a las 11:00 horas exactas del pasado domingo 1 de mayo, se hicieron sentir en el Barrio Yungay Norte (descargar tríptico). Y las casi 300 personas que se dieron cita en el frontis de ese recinto para acompañar a Cultura Mapocho en su recorrido patrimonial mensual, fueron testigos privilegiados de cómo ciudad, historia y literatura pueden dar cuenta de lo que hemos forjado en siglos y que nos pertenece a todos quienes hoy deambulamos por estos lares.
El Día Internacional de los Trabajadores, en una mañana ideal para caminar bajo un sol no agobiante, fue el marco preciso y simbólico que nos permitió reconocer una zona signada por el desarrollo industrial; por la actividad ferroviaria y manufacturera en general; por el comercio al detalle; por las formas de vida y organización de los obreros; por el esfuerzo del Estado y organizaciones privadas para entregar servicios de diversa naturaleza, viviendas dignas, espacios de recreación, educación, etc.
Nos agrada que centenas de personas se sientan convocadas y motivadas cada vez que los invitamos a recorrer la ciudad. Nos emociona que la gente que vive o que tuvo una ligazón con los barrios que transitamos nos muestre sus fotos antiguas, sus reliquias que ejemplifican historias… o que nos lean los poemas que su sensibilidad les hizo crear para contar de un pasado que no deja de pasar. Nos entusiasma el fervor de los vecinos organizados que luchan por mantener su identidad. Nos alegran los esfuerzos, públicos y/o privados, para reconvertir espacios que cobijan patrimonio cultural. De la misma forma que nos apesadumbra la desidia (¿maldad, quizás?) que mantiene en el abandono algunas obras, como los Tajamares del Mapocho, que otrora nos enorgullecieron tanto como el ferrocarril lamentablemente desmantelado.
Sin pretensiones autorreferentes, pensamos que el propósito que nos anima de poner en valor el patrimonio cultural urbano -de Santiago principalmente, pero además del país- se está cumpliendo. Y también, con sana insatisfacción, creemos que es posible lograr más todavía. (eltiempolatino.com La invitación sigue abierta para todos los que comulguen con esta apuesta inclusiva y democrática. En otros espacios y con otras instituciones amigas, con un formato distinto al de la calle y quizás más reflexivo, nos podrán igual acompañar en este camino. Y, desde ya, no olviden que una nueva jornada nos reunirá el próximo domingo 29 de mayo, Día del Patrimonio Cultural, cuando a las 11:00 horas, en la Plaza Baquedano, iniciemos una caminata por la historia de la Alameda de las Delicias.
Como muestra palpable de lo vivido el pasado domingo 1 de mayo, amén de la galería fotográfica que nos posibilita nuestro amigo Claudio Jorquera, disponible aquí, queden también estos dos poemas de Ivonne Gutiérrez Serey, la amiga que nos emocionó frente al sitio en que estuvo la desaparecida estación Yungay de Ferrocarriles, en medio de la Plaza Balmaceda:
Regreso
Velas negras inundan
la ciudad oscura.
Entre dormidas malezas
y rieles oxidados
el tren que va hacia ningún lugar
viene por andenes perdidos.
Alguien baja en la Estación Yungay,
arrastra una maleta desvencijada,
se interna por Esperanza.
Apenas visibles pulpos
dibujados en los muros de adobe
semejan arañas disecadas.
«El Chiflón del Diablo»
cambia de dirección
llevándose a la «Sultana».
En el Convento, los santos
son reemplazados por tubos plásticos.
happy hours de hostias,
gorriones y palomas expían culpas.
La campana pasa a la clandestinidad.
Leche, convertida en pasta base,
ahora es base de sustento.
El tiempo rompe las horas.
Tercos edificios son guardias que
Miran apenados techos rotos de vida.
Obreros sin historia
guían la aplanadora
por calles alquitranadas de sueños.
La música nostálgica
de Gotan Proyect
se confunde con Pueblo sin Compasión.
Maquillaje
Toco la puerta apolillada
nadie responde.
Abrazo el acacio de mi padre
Recorro el barrio desmayado
espeso maquillaje oculta penas, alegrías.
Busco el farol amarillento
que baja con su cara triste
a beber agua verdusca
aposada después de la lluvia
No están los viejos alegres
jugando rayuela
abrigados por el pipeño de don Ramón.
Los jóvenes iniciando la pichanga
con su pelota de trapo, vuelan por el
musical cielo de la Odeón.
Anciana saca cuentas con su calculadora apagada.
Pálida rubia anuncia cigarrillos «Nevada»(¿habrá muerto de cáncer o de frío?)
Un huaso descolorido no sé qué ofrece.
El Roto Chileno erguido en medio de la plaza, guarda secretos de alcoba
entre los árboles.
En Libertad, misteriosa ambulancia
que anduvo calles solitarias, en toque de queda—–espera.