En el mes de la mujer recorrimos «Pasos callados: las mujeres en el espacio público colonial»

El pasado domingo 25 de marzo realizamos el tercer recorrido del año, con la ruta “Pasos callados: las mujeres en el espacio público colonial”, donde recorrimos el centro histórico de Santiago. En esta ruta como Cultura Mapocho quisimos conmemorar marzo, como el mes de la mujer, a través de esta actividad enfocada en la relación entre la mujer y el espacio público durante la colonia. Reflexionamos como los distintos espacios e instituciones coloniales restringieron el accionar de las mujeres a través de sus rígidas normas, las que, sin embargo, no resultaban siempre efectivas frente el espíritu altivo de mujeres que ayer (y hoy), fueron transformando su realidad y construyendo ciudad haciendo uso del espacio público.

Queremos agradecer especialmente a María Elisa Puig L. por habernos acompañado durante este domingo, además de habernos apoyado con su investigación historiográfica, base sobre la cual se construyó este recorrido. Para ella, nuestro más afectuoso saludo.

El punto de encuentro fue la estatua del conquistador Pedro de Valdivia, donde a sus pies nos reunimos al redor de 80 personas en una fría mañana dominical. Luego de proceder con la bienvenida a nuestros nuevos acompañantes que acercaron con la habitual curiosidad capitalina, iniciamos esta jornada reflexionando acerca del espacio de las mujeres en nuestra historia, de cómo sistemáticamente han sido relegadas de los relatos oficiales. Partiendo desde esa premisa nos centramos en el desarrollo de la Conquista por parte de los hispanos, y como el carácter militar de esta, hizo que el contingente fuera en su mayoría de carácter masculino. En ese contexto, como nos señala nuestro guía, las representantes femeninas de la hueste de 150 soldados de Valdivia se limitaban solamente a una, Inés de Suárez. La cual es recordada por su ferocidad en el combate, y como a pesar de ello, no pudo evitar las estrictas normas morales de la Iglesia, las que pusieron fin a su relación con el Conquistador.

Luego nos dirigimos a nuestro primero hito en la calzada norte de la Plaza de Armas, en donde nuestra guía nos relata, como esta mayoría masculina de la población se fue revirtiendo rápidamente y ya en 1598, tras el gran levantamiento mapuche, según Benjamín Vicuña Mackenna y Armando de Ramón, en Santiago la proporción entre hombres y mujeres llego a ser de 1 a 3. A pesar de esta evidente mayoría, el poder se siguió manteniendo en manos de hombres, por lo que legal, religiosa, económica y socialmente el estatus de la mujer estuvo constreñido al ámbito privado. Esto lo podemos observar en los roles públicos casi nulos que podían ejercer las mujeres en este periodo. Cerrando este hito, compartimos una revisión sobre las rígidas normas que reglaban el quehacer de las mujeres reflejadas en instituciones como el Cabildo, Real Audiencia y la Corona.

A continuación, nos movimos hacia la acera oriente de la misma Plaza, para ubicarnos frente a la estatua del apóstol Santiago, en donde un tercer guía de Cultura Mapocho nos comenta la situación de las mujeres que por distintos motivos pudieron acceder al espacio público, rompiendo el cerco que significaba el espacio privado del hogar. Nos referimos a las pulperas, propietarias y encomenderas. Allí se contó sobre los aspectos más relevante de estas mujeres y de como su accionar fue clave para la construcción de la ciudad desde su perspectiva social, como era el caso de las pulperas. Estos espacios comerciales eran regentados en gran parte por mujeres, las cuales bajo su alero se producían múltiples espacios de intercambios entre “gentes de cien mil raleas”, esta tanto así, que estos espacios serian el germen de las chinganas, las cuales conocemos en forma muy limitada a través de las “ramadas dieciocheras”, siendo parte del corazón de la sociabilidad popular chilena.

El tercer hito está dedicado a la relación que mantuvo la Iglesia como una de las instituciones hegemónica de la colonia con las mujeres. El lugar escogido para este hito es el frontis del convento de Agustinas en la calle Moneda, entre Ahumada y Bandera, puesto que esta es una de las pocas iglesias de la época que podemos encontrar aún en el centro de la capital. En este hito se hizo una profundización sobre las principales caracterizaciones y roles que se les asignaba a la mujer por parte de la Iglesia, ahondando en como a partir de cierta lectura religiosa se iba componiendo una visión restringida de la feminidad, la cual se buscaba imponer. Sin embargo, la iglesia también funciono en sentido contrario, siendo para muchas de ellas una opción para salir del dominio familiar. Así, muchas mujeres que ingresaron a conventos lograron encontrar un espacio de libertad en donde podían desarrollar sus inquietudes intelectuales. Un caso representativo de ellas, fue la monja sor Úrsula Suárez, la que a través de su autobiografía escrita a comienzos de XVIII, hace una férrea defensa de sus espacios de libertad, donde podía gozar de los privilegios propios de la clase acomoda a la que pertenecía y gozar de espacios de sociabilidad e incluso amoríos, que restringida al hogar no podría gozar.

Luego nos dirigimos a Estado esquina Agustinas, en donde ahondamos en el caso de algunas mujeres que destacaron en la historia, como fue el caso de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, apodada la Quintrala y Catalina de Erauso, conocida como la “Monja Alférez”. En este hito relatamos las historias y aventuras de estas mujeres transgresoras para su época, las que tiene en común el gran revuelo que causaron en su época, incluso fue tanta la potencia de sus historias que ambas llegaron transformarse textos de gran importancia, como fue el testimonio dejado por la misma Catalina de Erauso, único testimonio de la colonia escrito por una mujer, y la Quintrala, retratada por la pluma de Vicuña Mackenna y por varios autores.

Avanzamos por San Antonio hasta llegar a esquina Moneda, en donde nos detuvimos para el quinto hito de este recorrido, donde reflexionamos sobre un espacio de frontera para la dominación femenina duramente la colonia, como eran las festividades carnavaleras de la época. En esta parada quisimos referirnos a las festividades, como un espacio de pausa de las estrictas normas sociales que regían a las mujeres en la época, en donde nos relatamos a las múltiples picardías, jugarretas y amoríos que surgían al alero de estas actividades. También se relato la historia que dio nombre a la calle San Antonio, y como a través de la devoción de las creyentes que se encomendaban en búsqueda de un marido al Santo, resguardo en la Iglesia de San Francisco, fueron marcando el paso de esta calle, por lo que finalmente esta practica bautizo a esta calle con el nombre del Santo busca-parejas.

Nuestra última parada del recorrido es la Plaza Vicuña Mackenna, donde nuestra guía nos comento sobre uno de los espacios que servían para corregir y aplicar los castigos a las mujeres “conflictivas” de la época. De esta manera, se relata la historia de las Casas de Recogidas o Recogimiento, una de las cuales estuvo ubicada a los faldeos del cerro Santa Lucia. A estas casas eran enviadas las mujeres transgresoras de las normas, las arrepentidas y las mujeres “publicas”. Se señala también los variados intentos de normar y poner en regla este espacio, que a pesar de estos intentos gran parte de su existencia funciono irregularmente, con las permanentes fugas de estas mujeres al contiguo cerro y con intermitente apoyo institucional, como fue el caso de las monjas Clarisas de antigua fundación, las cuales son las primeras monjas que llegaron a este territorio. Finalmente nos despedimos, cerrando nuestro recorrido con nuestra habitual foto grupal y el correspondiente sorteo de libros entre los participantes del recorrido, bajo la agradable sombra de los árboles que embellecen esta plaza capitalina.

2019-01-22T09:44:03-04:00 2018/03/30|