MEMORIAS DE UN INMIGRANTE ARABE

 Por Dante Figueroa

Los árabes llegados a Chile provenían, fundamentalmente de Siria, Palestina y el Líbano, y si bien ellos comienzan a arribar al país a partir del siglo XIX, las oleadas más numerosas  se concentran en las primeras décadas del siglo XX.

El periplo para llegar a Chile, estaba precedido por diversos sobresaltos y vicisitudes propias del largo viaje desde el puerto de Beirut, con paso por Génova hasta Buenos Aires, y desde allí, cruzaban en el lomo de una mula la cordillera para, por último,  abordar el ferrocarril trasandino. El principal destino era Valparaíso y Santiago, estableciéndose cerca del 40% de ellos en la capital, siendo la actual comuna de Recoleta, al norte del río Mapocho, donde más de la tercera parte de ellos se situó.

Los árabes, llamados peyorativamente “turcos” por los chilenos, dado que ingresaban al país con pasaporte del Imperio Turco, tuvieron que lidiar con la adversidad. A diferencia de los migrantes ingresados a mediados del siglo XIX en el sur de Chile, los árabes eran una migración espontánea, no  apoyada, ni organizada por el estado chileno, y por ende, su llegada al país tampoco estuvo subvencionada.

A las dificultades idiomáticas, se le sumó, rápidamente la discriminación de la sociedad chilena  hacia los árabes al considerárseles inferiores en términos étnicos. Asimimo, su condición de comerciantes les significó más una desventaja, que un mérito llamándoseles, despectivamente como “mercanchifles”. La misma prensa de la época calificaba la forma de hacer comercio señalándola de  poco honorable en términos éticos, acusándoseles de ambiciosos, de vender bajo el valor habitual, (los árabes vendían a valores menores de ganancia), lo cual  era considerado una “falta de lealtad al gremio” de comerciantes. Además, los árabes, tal cual indica la Revista Zigzag,  trabajaban  en fechas poco habituales para la sociedad de entonces, por ello, tanto domingos como un 18 de septiembre, se veían como  días poco apropiados para el trabajo y que solo se entendía por la ambición desmesurada del árabe que buscaba el enriquecimiento rápido.

El vestir modesto del árabe, muchos usaban alpargatas y una camisa rayada o blanca bajo un gastado saco de vestir que habían comprado de segunda mano a un ropavejero, les daba la apariencia de presidiarios, pues llevaban, además, el cabello siempre largo para ahorrarse el peluquero. En muchos casos la vida en este país fue bastante precaria durante sus inicios. Benedicto Chuaqui en su novela “Memorias de un inmigrante” de 1942, señala que la diferencia con otras colonias es que los árabes son más pobres o quizás, más resignados.

A ello se sumaba que, muchos habitantes de Santiago los consideraban sucios, ignorantes y mezquinos. Estos juicios de valor,  eran reafirmados por intelectuales de la época, como Nicolás Palacios, Tancredo Pinochet y Francisco Antonio Encina quienes veían la problemática migratoria como una amenaza a la población nacional.

La marcada animadversión hacia “lo migrante”, tuvo incluso una connotación legal, cuando se legisla a mediados de la década de los veinte que las empresas deben tener no menos del 85% de sus trabajadores de nacioanlidad chilena. Esta medida, que atacó a todos los migrantes por igual, pero particularmente a los árabes debido a que eran el grupo étnico más desamparado; mientras españoles o italianos contaban con legaciones diplomáticas en Chile, los árabes tuvieron representación diplomática tardíamente; en 1958  el primer cónsul en Chile la Republica Árabe  y en 1962 la Embajada Siria.

A pesar de todos los obstáculos, ya para la segunda mitad del siglo XX, los árabes comenzaron a cimentar una estable y sólida situación económica que les  permitió una paulatina aceptación social, que entre otros factores se notaba con el inicio de los matrimonios entre árabes y chilenos, los árabes ya estaban entrando debido a su irrefutable empuje y avance material, a la sociedad chilena.

En 1959 Enrique Bunster, publica la novela  “un ángel para Chile”, la  obra transcurre en el año 2015, en un Chile gobernado por una «plutocracia textil» formada por inmigrantes árabes cuyos miembros han desplazado de los espacios de poder a la tradicional clase alta, los apellidos vinosos han cedido su lugar a los árabes. Sin duda, una sátira de la realidad, pero, no tan alejado de ésta, sino que lo digan la esfera de influencia que hoy tiene algunos apellidos árabes como los: Said, Mosa, Zalaquett, Yarur, Bitar, Chahuan, Musalem, Salah y Massu, el mejor ejemplo que la realidad, la mayoría de las veces, supera a la ficción.

 

 

 

 

 

 

 

Referencias

1.  Familia árabe: S.F páginasarabes.com

2. Portada libro «Memorias de un emigrante». Benedicto Chuaqui, Ed. Nascimento 1957

3. Caricatura: Caricatura de Benedicto Chuaqui por Antonio Romera (1942). (Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile)

 

2019-06-26T10:48:00-04:00 2019/06/26|