Artículo escrito por Dante Figueroa
El Hospital Parroquial de San Bernardo nace en el último quinquenio del siglo XIX, administrado por las Hermanadas de San José, sus paredes, aún con vida, cuentan cientos de historias en sus más de 120 años de vida.
Una de estas narraciones nos sitúa a inicios de la década de los treinta del siglo pasado, cuando una monja proveniente de Antofagasta, recién graduada de enfermera ingresa a la congregación de Santa Ana y llega al Hospital de San Bernardo. Elena Álvarez, conocida como Sor Ana Camila, quien fuera parte importante del pabellón Ferroviario inaugurado en 1953
Sor Ana Camila fue, como relata la Revista En Viaje, “la mamita de los ferroviarios de Chile”, vivió entregada a su apostolado de cuidar a sus “tiznados” enfermos, en las dos salas ferroviarias del hospital de San Bernardo. La sala primera de ellas la Sala san Luis no logro cubrir la creciente demanda de trabajadores ferroviarios y la religiosa, se esmeró, a pesar de contar con venia de las autoridades de la época, que no veían con buenos ojos la presencia de ferroviarios en un mismo pabellón, dado que , tenían fama de revoltosos.
No obstante, la madre, no hace caso a quien le dice que no se meta con los ferroviarios, que son complicados. Aun así, busca fondos y golpea puertas, a ella, según relata en entrevista: “me dar igual que sean algunos anarquistas u otros comunistas, otro radical, que uno sea evangélico o católico”, sus desvelos son para los enfermos y para ella, son todos iguales.
Su simpatía con los ferroviarios le ha dado diversos apodos, la “monja tiznada”, le llaman algunos o simplemente, por “la mamita”, le conocen otros, su importancia para la la labor ferroviaria, incluso le significó el reconocimiento oficial por parte de la Empresa, quien le otorgo oficialmente el grado y sueldo de maquinista.
La cercanía y cariño que el gremio entrega a la religiosa es de total compromiso, se cuenta que un día del año 1955, un grupo de ferroviarios la encuentra en una sala llorando , acongojada, allí ella entre sollozos confiesa que su madre, luego de la muerte de su padrastro, ha quedado sola viviendo sola en Bolivia. Los ferroviarios no tardan en reaccionar, se organizan y llaman a sus dirigentes, radicales, socialistas y comunistas, quienes mediante colectas, le compran un sitio, el cual entregan en sus bodas de plata de la religiosa, la casa será edificada y tres años después Sor Ana Camila ya vive con su madre.
Cuentan que en esas Bodas de Plata de la madre fueron tan reconocidas y tan recordadas, como un hito pocas veces antes presenciado por la comunidad, en ella los 1800 operarios de la Maestranza de san Bernardo pararon sus funciones para asistir a la ceremonia de la “mamita de los tiznados” una monja que supero las barreras ideológicas y abrazo la causa de ayudar al prójimo , que como dice la crónica de En Viaje “ Mueve durmientes de paciencia, locomotoras de entusiasmo y maestranzas de bondadosa caridad”.