Monumento al pueblo migrante de Chiloé. En Coyhaique.
A inicios del siglo XX el Estado chileno otorgó una serie de concesiones para la colonización de la Región de Aysén. Así se crearon entre otras, la Sociedad industrial de Aisén que inició con la creación de caminos y que luego se convirtió en una de las primeras estancias del valle del río Coyhaique; la estancia río Cisnes posterior Anglo-Chilean Pastoral Co. Y la Sociedad explotadora del Baker.
Para entrar en un funcionamiento, cientos de chilotes migraron a la región de Aysén para emplearse como obreros en las faenas de las distintas compañías.
Esta última empresa fue constituida con 40 colonos y se emplearon en ella más de 200 chilotes con el trato de retornar a sus lugares de origen tras 6 meses de faena que no se cumplieron jamás, puesto que los trabajadores y sus familias fueron abandonados en la isla.
En 1906, 59 trabajadores murieron en circunstancias no esclarecidas. De acuerdo al relato oficial, debido a un brote de escorbuto y según la memoria oral, asesinados por su empleador mediante envenenamiento.
Esto en contexto de lo ocurrido esta semana en el norte de Chile.
“Lo que nos hicieron, eso no se le hace a un ser humano” fueron las palabras de una migrante venezolana cuyas pertenencias fueron quemadas esta semana en Iquique. La historia debería enseñarnos, algo de ella deberíamos aprender, al menos que en otros tiempos y en los actuales, nosotros también hemos migrado.