Por Roberto Ortiz Leal
Cientos de años antes de la llegada de los españoles, la cuenca del río Mapocho ya contaba con diversos habitantes, los que aprovecharon las inmejorables condiciones que el lugar daba para establecerse. Desde las primeras ocupaciones conocidas, las tradiciones agro alfareras tempranas Bato y Llolleo, pasando por la cultura Aconcagua y el pueblo Picunche, llegando hasta la dominación Inca.
Estudios arqueológicos que en cierta medida vienen a complementar y a veces a contradecir las antiguas fuentes etnohistóricas, han retomado el debate sobre la verdadera dimensión que tuvo la ocupación del Tawantinsuyo en el valle. La presencia de restos bajo los edificios que ocupan hoy la Plaza de Armas de la ciudad ha comprobado que, en el lugar en que se levanta la ciudad de Santiago, justo antes del advenimiento de los europeos, hubo un centro administrativo incaico -el más austral del imperio- que contaba con la presencia de las principales instituciones de esta civilización (Stehberg y Sotomayor, 2012). Estos indicios vienen a fortalecer la impronta incaica del valle, la que solo se evidenciaba a partir de algunos resabios de su presencia, por ejemplo, la toponimia de algunos lugares de la ciudad y vestigios como el Pirul, árbol peruano muy común dentro del paisaje citadino.
Con el correr de los años, y con los españoles instalados sobre estos vestigios, en la fundada ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, las dinámicas de la población indígena se vieron absolutamente coartadas bajo este nuevo dominio.
Es así que después de la fundación, es en diversos espacios, considerados residuales por la ciudad, por ejemplo, la otra orilla del río Mapocho, conocida como La Chimba, donde se consolidó el germen de una nueva identidad, donde la cultura y las tradiciones indígenas tuvieron cabida, en que los lugares ceremoniales como el Cerro Blanco, junto con la labor de algunas órdenes religiosas que se instalaron en los márgenes de la ciudad como los Dominicos generaron una simbiosis con los nuevos sujetxs de origen popular, que marginados por el orden político de la ciudad vieron en este sitio un lugar de socialización y resistencia.
Foto 1: Increíble vista desde el Cerro Blanco hacia la actual comuna de Recoleta en 1865, se puede ver claramente a la izquierda la hasta en ese momento inconclusa. Recoleta Dominica que se encontraba en una de sus etapas de construcción y al fondo casi en el horizonte destaca el Cerro Santa Lucía.
Foto enviada por Ignacio Covarrubias
Autor desconocido
Foto 2: Quilicanta era el jefe Inca o Curaca que comprendía el territorio entre los ríos Choapa y Maipo, incluido el valle del río Mapocho. Imagen de Pinterest.dk
Foto 3: Barrio La Chimba en las faldas del Cerro Blanco en 1880. autor: Archivo Francisco Calaguala