Oh, pared, estoy sorprendido de que no te hayas desmoronado, ya que soportas los garabatos tediosos de tantos escritores»
En los últimos días ha vuelto a reflotar un debate, nada de nuevo por cierto, en el mundo patrimonial. A propósito de un lienzo colgado en la facha del Colegio de Arquitectos de Chile, obra de Luciano Kulczewksi y monumento nacional desde 2010, con motivo de la conmemoración del Día de la Mujer.
Varias fueron las voces y organizaciones que lamentaban la instalación del lienzo por la protección con que cuenta el edificio, argumentando que profundizaba la pérdida de nobleza y de los atributos, que, sumados a los rayados en la fachada, ha sufrido la sede del Colegio a partir del estallido social.
Para ser justos, los rayados en el edificio no comenzaron con el estallido social, ni creemos que terminen en el corto plazo. De hecho, los rayados o grafitis son una práctica que podemos encontrar en el antiguo Imperio Romano; en específico, en la ciudad de Pompeya es posible observar sus paredes rayadas con mensajes que van desde pasajes de la Eneida, consejos sobre en que lugares comer, hasta otros más ingeniosos, como el que da titulo a este escrito, «Oh, pared, estoy sorprendido de que no te hayas desmoronado, ya que soportas los garabatos tediosos de tantos escritores».
Ya en tiempos más contemporáneos es difícil imaginar el mayo de 1968 en París –sí, la ciudad que hasta antes de la pandemia recibía más de 10 millones de visitantes al año– sin mensajes escritos en las paredes. Frases como ¨seamos realistas, pidamos lo imposible¨ fueron acuñadas en esos años de protesta. E incluso, que vacías serían las murallas de Pelotillehue sin los recados al roto Quezada.
Por lo tanto, el problema no es el rayado en sí, sino el lugar donde se ubican, en este caso sobre la fachada de un edificio que por su valor arquitectónico debiese mantenerse libre de escritos y de intervenciones que impidan apreciar la belleza, la destreza con que Kulczewksi trabajó el hormigón y legó a la ciudad Santiago esas curvas, arcos y detalles que hacen del actual Colegio de Arquitectos un inmueble único. Ahora bien, qué hacer con aquellos que desconocen el valor del edificio y de la obra de Luciano Kulczewski. En Cultura Mapocho creemos que la respuesta es y seguira siendo la educación, conseguir llegar a quienes desconocen sobre el patrimonio chileno, lograr transmitir la información que en la mayoría de las ocasiones no sale de los límites de lo estrictamente académico. Es decir, construyendo puentes entre el conocimiento y la sociedad, pues como dijo Cortázar, ¨jamás Wright ni Le Corbusier (ni Kulczewski) van hacer un puente sostenido de un solo lado¨.
Y sobre el lienzo, bueno, reafirma la capacidad comunicativa de la sede del Colegio de Arquitectos, y eso es siempre una oportunidad para trasmitir. Por nuestra parte, seguiremos como organización tratando de acercar las reflexiones sobre el patrimonio, tal como lo hacemos desde 2003, caminando por Santiago entre palacios, revueltas, parques y paredes rayadas. Un recorrido a la vez.