El domingo 24 de febrero realizamos el segundo recorrido del año por barrio Brasil. Nos reunimos en la plaza Brasil en su esquina sur poniente para dar comienzo a la actividad a la que llegaron 69 personas.
Durante el siglo XIX, Santiago comenzó un proceso de expansión urbana a partir del loteo de varios terrenos al poniente y al sur de la Plaza de Armas. Estos espacios permitieron la construcción del Parque Cousiño -hoy O’Higgins- y de la Quinta Normal de Agricultura que, junto a la apertura de la Alameda de las Delicias, motivaron el surgimiento de barrios que fueron el símbolo de la belle époque chilena, con la construcción de residencias a la usanza europea y un estilo de vida mucho más suntuoso; entre éstos destacó el barrio Brasil.
Nos movemos hacia el centro de la Plaza Brasil, cuyos terrenos que formaron parte de la colonial chacra de Saravia, al costado poniente de la misma, se ubicó la cañada de nombre homónimo.
El 20 de enero de 1902 fue creada y bautizada la Plaza Brasil en honor a los lazos de amistad con dicho país, cuya sede diplomática se encontraba por entonces, en Maturana con Compañía. La ceremonia incluyó discursos, desfiles con antorchas, bailes y salvas desde el cerro Santa Lucía. Pese a que Joaquín Edwards Bello indicó que hacia 1910 la plaza “semejaba el patio grande de una casa vieja, con pocos árboles y sin flores”, lo cierto es que se transformó en el centro de un barrio distinguido por la presencia de varios representantes de la aristocracia santiaguina que construyeron sus palacetes ahí. Sin embargo, aún cuando el barrio y la ciudad se fueron llenando de viviendas y moradores, así como de modernos servicios, como la electricidad y vehículos de transporte público eléctricos, la elite comenzó pronto a emigrar a la zona oriente de Santiago y nuevos tipos de habitantes, con menor capacidad económica, ocuparon las antiguas residencias. Esta situación hizo que algunos hablaran de un ocaso del barrio Brasil, lo que contrasta en todo caso con la agitada vida pública que de todas formas se vivía en la propia plaza y a la que ayudaban centros de entretenimiento cercanos, como el cine Alcázar. Algo de la nueva realidad del barrio de mediados del siglo XX fue descrito por José Donoso en su novela Coronación: “Andrés se puso su abrigo, encaminándose a la casona de Ramírez, detrás de la Plaza Brasil. El anticuario se reservaba en ella sólo un par de habitaciones, arrendando el resto por piezas a estudiantes provincianos de buena familia”.
Recién a fines de la década de 1980, todavía en medio de la dictadura, el sector comienza a tener un nuevo aire cuando algunas instituciones culturales y educacionales llegaron a instalarse en el barrio. Así ocurrió con el centro de danza Espiral y el galpón Víctor Jara, a los que se sumaron después, una serie de negocios ligados a la gastronomía y a la diversión. Además, en medio de un plan de repoblamiento del centro de la ciudad, impulsado desde el municipio de Santiago en la década de 1990, no sin inconvenientes por la tensión con la antigua vida barrial, llevó a que en el barrio Brasil florecieran nuevos conjuntos habitacionales que atrajeron a jóvenes familias. En ese marco, resultó importante la instalación en medio de la plaza de un proyecto diseñado por la artista Federica Matta, hija del pintor chileno Roberto Matta, consistente en unos juegos infantiles conformados por siete estructuras regaladas a la comuna de Santiago, en que cada una de las estructuras representa algo de la identidad nacional, como el cerro Santa Lucía o la cordillera andina.
Uno de los grandes hitos del barrio es la Basílica del Salvador. Templo católico construido para conmemorar a las víctimas del incendio de la Iglesia de la Compañía ocurrido el 8 de diciembre de 1863. Se encarga el proyecto al arquitecto alemán Teodoro Burchard que diseñó la iglesia en estilo neogótico; su obra gruesa fue realizada en albañilería de ladrillo pero sin refuerzos estructurales generando una iglesia con una decoración externa e interna impresionante, pero que no logró soportar los movimientos sísmicos que azotaron al país. El terremoto de 1906 generó importantes daños, por lo que se contrató al chileno Josué Smith Solar, arquitecto que instaló los primeros refuerzos estructurales en hormigón armado y modificó la fachada, manteniendo el estilo neogótico.
En 1938 el Papa Pío XI elevó la iglesia a la categoría de Basílica, reconociendo la importancia histórica y espiritual del templo para los feligreses entre los que se encontraban personas ligadas a la Guerra del Pacífico y devotos de la Virgen del Carmen quienes acudieron al templo para realizar una procesión cada año desde fines del siglo XIX hasta 1985, año en que, tras el terremoto, el templo se declara inhabitable y la imagen de la Virgen del Carmen es trasladada a la Parroquia del Sagrario al costado de la Catedral de Santiago.
El templo ha permanecido cerrado por más de 30 años por los daños estructurales que dejaron los terremotos de 1985 y 2010. En 2016, el Estado comprometió fondos para costear su reconstrucción que se inicia con la instalación de una base metálica que eleva el templo desde su base y sirve como aislante sísmico, evitando así, los daños que pudiera recibir en futuros eventos. Al finalizar este hito rodeamos la Basílica para observar el deterioro que sufrió por los terremotos y el tiempo que estuvo en abandono, y también ver la diferencia entre los pilares de madera colocados con anterioridad y los refuerzos estructurales que se usaron en la primera etapa de restauración.
Caminando por Almirante Barroso llegamos a la esquina de Erasmo Escala. Ambas calles llamaron la atención del chileno Sady Zañartu quien en 1934 escribió “Santiago: calles viejas” rescatando los antiguos nombres y las historias de 38 calles capitalinas. La avenida Almirante Barroso era conocida como la calle del colegio por la presencia de la orden de San Agustín que se ubicó en el sector cuando Santiago aún era una ciudad colonial; a finales del siglo XIX la calle pasó a llamarse Almirante Barroso como muestra de amistad al país brasilero. Pero, quizás, la de nombre más curioso es Erasmo Escala que fue conocida como Galán de la Burra por una picaresca historia: según nos relata Zañartu, durante el siglo XVII, un joven llamado Casimiro fue a visitar de forma furtiva a una joven de la que estaba enamorado y que vivía en una quinta muy cerca de la actual calle Cumming, llegó al punto acordado y “por fin, la dicha deteniase en el hueco donde ahora sus brazos penetraban con timidez, para no hacer daño. “¡Ángel de mi vida!” ¡Que débil se escapaba la voz del apasionado! Casimiro así lo comprendía mientras apretaba por el cuello, apretaba suavemente a una borrica cabezona que, en su metamorfosis, regocijaba a más de un verde y jocundo compadre” (Sady Zañartu, Santiago: calles viejas, pp. 57). A finales del XIX el municipio de Santiago decidió darle un nombre más serio escogiendo el de Erasmo Escala, militar que participó en diversas guerras como el de la Confederación Perú Boliviana y la del Pacífico.
A medida que avanzamos hacia Cienfuegos 41, nuestro quinto hito, los asistentes observan y comentan la presencia visible de la Universidad Alberto Hurtado (UAH) que posee varias casonas patrimoniales en el sector. Al llegar frente a la Casona que hoy es la Facultad de Derecho de la UAH nos sorprende su arquitectura que posee influencias de diversas culturas. Fue construida por su primer propietario Ismael Edwards Matte y su socio Federico Bieregel en 1926. Ismael Edwards fue un político, arquitecto y escritor que poseía un extraño gusto por la alquimia lo que lo motivó decorar su residencia con motivos simbólicos.
Durante la década de los 50’ la familia vende la casona al club deportivo Colo Colo, que la transforma en su sede principal y en el centro de bienestar de sus socios; al interior se realizan reuniones, firmas de importantes contratos y los socios pueden acceder a prestaciones médicas. Uno de los eventos más recordados fue el matrimonio de Carlos Caszeli y Ángeles Guerra González en octubre 1973; según fuentes de la época asistieron 1200 personas y el propio jugador opinó que fue un matrimonio barato pues hinchas y dirigentes donaron las bebidas y comidas que se sirvieron en la fiesta. La historia del Colo Colo en este barrio finaliza en el 2004 con el remate público de la residencia y su adquisición por la Universidad Alberto Hurtado. Esta compra no estuvo exenta de polémicas pues a los pocos años Blanco y Negro S. A. intentó anular la venta mediante una demanda que llevó hasta las instancias máximas y que en 2013, mediando la Corte Suprema en el caso, se niega la solicitud.
La Universidad Alberto Hurtado destinó esta casona a la Facultad de Derecho, en su interior es posible encontrar salas, una clínica jurídica, el aula magna, el centro de estudiantes de derecho y espacios que simulan o recrean un tribunal. A pesar de que el uso que tiene en la actualidad es muy diferente al original, la Universidad tiene el propósito de respetar los espacios y la historia del recinto, por lo que los cambios que han realizado en el edificio han tenido un mínimo impacto en su interior. Para conocer más de la historia de esta casona y de los otros espacios patrimoniales recomendamos leer “Campus en el Centro Histórico, la UAH y sus Casas Patrimoniales” que se puede descargar de la página web institucional.
Al finalizar el relato nos acercamos a la fachada para poder observar la decoración externa que posee el inmueble y que el escritor Sergio Fritz la define como una morada filosofal en su libro “Interpretación hermética de la casa Edwards” por los múltiples simbolismos que se pueden encontrar en el exterior como en su interior, destacando la influencia de las obras de Alberto Durero.
Mientras nos acercamos a la Alameda, nos detenemos frente a un pasaje en Cienfuegos 41, lugar que acogió al escritor Vicente Huidobro durante la década de los 30`. Para esta ocasión invitamos a Eduardo Leiva, un escritor quien junto a Mauricio Redolés se propuso poner en valor aquellos lugares en que habitaron escritores, poetas, literatos y otras personas vinculadas a la literatura y la cultura; junto a la Municipalidad de Santiago, se inició el proyecto que contemplaba la instalación de placas conmemorativas distintos puntos de la capital, entre éstos figuran el barrio Mapocho donde vivió Pablo de Rokha y, por supuesto, el pasaje de Cienfuegos 30, recordando a los transeúntes que en ese lugar vivió el poeta chileno Vicente Huidobro. Leiva nos relató que, a la inauguración, en 1995, asistió Volodia Teitelboim, miembro de la generación del 38` y uno de los que visitaban a Huidobro. Para esta ocasión pudieron ingresar a la residencia, lo que sorprendió a la familia que lo habitaba pues desconocían la historia que había detrás; en este espacio Volodia recordó la mesa en que se reunieron los jóvenes poetas, el lugar en que se sentaba Vicente Huidobro, rememorando algunas anécdotas como que en este lugar pudieron ver a la esposa del poeta Ximena Amunátegui, una relación escandalosa y que los mantuvo viviendo en Francia por algunos años.
Ya finalizando el recorrido realizamos el sorteo de libros y luego nos devolvemos a la Facultad de Derecho para tomar la foto final de la actividad.