Desde un bar que alojó a la bohemia de Santiago hasta una galería comercial, son parte de los usos que se le dio a la Casa Colorada tras dejar de ser la residencia del presidente de la Primera Junta de Gobierno. El inmueble declarado Monumento Nacional actualmente funciona como museo, pero trae consigo una nutrida historia de la ciudad y su sociedad.
Autor: Dante Figueroa
Pocos saben que la casa de quien fuera el presidente de la Primera Junta Nacional de gobierno, el Conde de la Conquista, Mateo de Toro y Zambrano, ubicada en calle Merced, ha tenido, a lo largo de su historia, usos ajenos a su actual vocación cultural.
Durante la década de los cuarenta del siglo XX, el inmueble albergó a la Galería Colonial, de propiedad de la Sociedad de Renta Urbana, que llegó a tener 37 locales y varios restaurantes en su interior.

Uno de los locales ligados a la bohemia que se relacionan con este inmueble fue el que existió por varios años y que funcionó en el primer piso, el “Black & White”. Este local estuvo a cargo de Silvio Tonolli y es uno de los tantos recintos de la vida nocturna y cultural que, el gran folclorólogo nacional, Oreste Plath menciona en su hermoso libro: “El Santiago que se fue. Apuntes de la memoria”.
Al cumplirse el sesquicentenario de la independencia de Chile, en 1960, el icónico inmueble es declarado Monumento Nacional un día 30 de abril, el mismo día que se realizaban los funerales del expresidente y militar Carlos Ibáñez del Campo. En tanto, va a ser en el año 1977 cuando mediante el decreto N. 1869 que la Municipalidad de Santiago lo va a expropiar y a darle un uso más acorde a su legado histórico y patrimonial.

EL BLACK AND WHITE EN ORESTE PLATH
Una bella casona ubicada en Merced 860, muy cercana a la plaza de Armas, fue residencia del presidente de la Primera Junta de Gobierno, el Conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano, llamada Casa Colorada. Debe su nombre a que, en el año 1888, la fachada fue cubierta con una tintura natural de color rojo.

Hacia la calle Merced 876 daba el bar Black and White, que estuvo por más de cuarenta años a cargo de don Silvio Tonolli, quien falleció en 1969, dejando en la orfandad afectiva a periodistas, sobre todo de los diarios, los cuales llegaban allí cuando las últimas ediciones se cerraban de madrugada: escritores, artistas que participaba en charlas y atenciones hasta hacer dejación de la caja registradora. A cargo de los sucesores de don Silvio Tonolli quedaron sus tres hijos, una hija y un yerno, que se distribuían el trabajo y la conducción del negocio. Era el tiempo del cubilete y el dominó.

Uno de los más aficionados al “cacho” era Raúl Figueroa, el caricaturista Chao, hijo de don Pedro Pablo Figueroa, el autor del Diccionario Biográfico de Chile. El Guatón Chao era ostentoso cuando ganaba y cuando perdía se volvía rabioso y derramaba las copas.
Hablaban de periodismo Juan Emilio Pacull, Tito Mundt, Raúl Morales Álvarez. A los periodistas se les podía llamar aquí por teléfono con la seguridad de encontrarlos. En su barra se veía a poetas y escritores. El garzón Samuel Fuentes saludaba por sus nombres a algunos viejos clientes; este cuando no estaba en el interior del negocio se encontraba en el exterior, escribiendo en los pizarrones los platos del día. Los preferidos eran las guatitas con arroz y los riñones al jerez con arroz. Y entre los sándwiches el más degustado era el “tártaro”.

Al fondo de esta casa funcionaba el Club de Ambulantes de Correo, donde iba a almorzar el poeta Teófilo Cid (1914-1964). En los últimos años de su atroz bohemia llegaba a este club y pedía que le sirvieran un “Pancho Villa” que costaba tres pesos, y que como se sabe está compuesto de porotos con un trozo de longaniza y un huevo frito encima.
Fuente: Tomado del libro El Santiago que se fue. Apuntes de la memoria. Oreste Plath
LA GALERIA COLONIAL
La Casa Colorada en el «Barrio de la muerte».
En 1924, Alejo Lira Infante adquirió la propiedad a los herederos de Carlos Irarrázaval Larraín, últimos dueños descendientes de Mateo de Toro y Zambrano. El Estado se interesó en adquirirla para hacer un Museo de la Independencia, pero no hubo apoyo parlamentario ni recursos. Para la década de 1930 el inmueble había sido convertido en centro comercial: la Galería Colonial.

Negocios de los más variados rubros se instalaron dentro del edificio, lo que comenzó su progresivo deterioro. Fue el refugio de bohemios, apostadores y también de criminales. El escritor Armando Méndez Carrasco usó su apodo, Chicago Chico (1962), para una novela ambientada entre los años 1930 y 1940: «Mi padre fue ultimado en un garito disfrazado de billares de calle Merced. Después supe que tal arteria cae en el drama policial con justo sobrenombre de Chicago Chico, en razón de albergarse por ahí la delincuencia alta y baja de la nación». A esas cuadras entre San Antonio y Merced les llamaban el «Barrio de la muerte», porque concentraba a las funerarias de la capital.
FUENTE: Texto del Museo de Santiago.
