Por Dante Figueroa
La figura del llamado “padre de la patria” ha sido utilizada por distintos gobiernos a lo largo de la historia nacional. El militar patriota, que terminó sus días en el exilio, se transformó en una imagen referencial para presidentes, líderes políticos e incluso dictadores.
En tiempos más recientes, la dictadura cívico-militar reforzó su imagen como organizador de la República. Esta valoración implicó, en la práctica, el traslado de su féretro desde el Cementerio General —fundado por el mismo Bernardo O’Higgins— hacia un lugar concebido para su veneración: el “Altar de la Patria” en la Alameda. Posteriormente, sus restos pasaron por la Escuela Militar y, finalmente, fueron ubicados en un espacio preferencial frente a La Moneda, en la actual Plaza de la Ciudadanía.
Sin embargo, no fueron solo los militares quienes reconocieron la importancia del Director Supremo. El gobierno de la Unidad Popular, liderado por Salvador Allende, también enalteció su figura, incorporándola en la campaña que condujo al socialista a La Moneda.

La figura del llamado “padre de la patria” ha sido utilizada por distintos gobiernos a lo largo de la historia nacional. El militar patriota, que terminó sus días en el exilio, se transformó en una imagen referencial para presidentes, líderes políticos e incluso dictadores.
En tiempos más recientes, la dictadura cívico-militar reforzó su imagen como organizador de la República. Esta valoración implicó, en la práctica, el traslado de su féretro desde el Cementerio General —fundado por el mismo Bernardo O’Higgins— hacia un lugar concebido para su veneración: el “Altar de la Patria” en la Alameda. Posteriormente, sus restos pasaron por la Escuela Militar y, finalmente, fueron ubicados en un espacio preferencial frente a La Moneda, en la actual Plaza de la Ciudadanía.
Sin embargo, no fueron solo los militares quienes reconocieron la importancia del Director Supremo. El gobierno de la Unidad Popular, liderado por Salvador Allende, también enalteció su figura, incorporándola en la campaña que condujo al socialista a La Moneda.

El nuevo Parque O’Higgins fue reinaugurado el 19 de septiembre de 1972 y presentaba importantes transformaciones. Se rodeó con un cierre perimetral y se construyó una gran elipse pavimentada destinada a los desfiles militares, a petición expresa del general Carlos Prats. Esta explanada, de 65 metros de ancho por 620 de largo, reemplazó el antiguo suelo de tierra, permitiendo no solo ceremonias castrenses, sino también múltiples actividades como elevar volantines, practicar aeromodelismo o instalar canchas deportivas.
A estas obras se sumó la creación del “Pueblito”, un conjunto de restaurantes de comida típica; la ampliación de la laguna; la construcción de dos grandes áreas de juegos de madera; la plantación de 20 mil árboles; la instalación de un moderno sistema de riego y el inicio de un estadio cubierto, que finalmente no alcanzó a concluirse. Todo esto formaba parte de un plan integral que buscaba convertir al parque en un espacio abierto, diverso y pensado para la vida comunitaria.


Periódico La Nación 2 y 3 de noviembre de 1972.


Desde entonces, el Parque O’Higgins pasó a convertirse en uno de los pulmones verdes de Santiago y en un espacio fundamental de encuentro para sus habitantes. No solo acoge las celebraciones de Fiestas Patrias y numerosos espectáculos políticos, como lo fue durante la década de los ochenta, así como eventos culturales y deportivos a lo largo del año, sino que también ofrece a las familias y visitantes la posibilidad de disfrutar de su arbolado, recorrer sus senderos o refrescarse en sus piscinas durante el verano.