Publicado originalmente el 12 de febrero de 2010.
Cada 12 de febrero, la ceremonia más importante que se lleva a cabo en nuestro país tiene que ver con la conmemoración de la fundación de Santiago, en 1541. En la Plaza de Armas de la capital, a los pies de la estatua ecuestre que recuerda a Pedro de Valdivia, las autoridades edilicias y la comunidad española residente son los principales protagonistas de la fiesta que celebra este acontecimiento. Pero no es la única efeméride ocurrida el mismo día. Y, tal vez, tampoco la más trascendental en la historia de Chile.
En 1817, cuando el país estaba todavía bajo la tutela española, encabezada por Casimiro Marcó del Pont, en el período que llamamos de la Reconquista y que se había iniciado con el desastre militar de Rancagua en 1814, también un 12 de febrero tuvo lugar la Batalla de Chacabuco, pocos kilómetros al norte de Santiago. En ese episodio, las tropas dirigidas por José de San Martín y Bernardo O’Higgins lograron un sonado triunfo sobre las fuerzas realistas y el ejército libertador pudo entrar a la capital a tomar las riendas del país, avanzando por la llamada Cañadilla (antes, Camino de Chile) y que desde entonces se denomina avenida Independencia.
Un tercer acontecimiento ocurrido el 12 de febrero, ahora de 1818, está íntimamente ligado al hecho anterior. Y no por casualidad. Las autoridades de la Patria Nueva, encabezadas por Bernardo O’Higgins que dirigía maniobras militares en el sur del país, apremiadas por el arribo de una expedición española que venía a contrarrestar a las fuerzas patriotas y por la necesidad de ser reconocidas internacionalmente, a fines de 1817 acordaron efectuar una formal declaración de la independencia nacional. Para esos efectos, convocaron a un plebiscito en las principales ciudades, en que los habitantes manifestaran por escrito su apoyo al proceso emancipador. Logrado el propósito, aunque hay versiones fundadas de que el primer documento que consagró la independencia lo firmó en Concepción el propio O’Higgins, la ceremonia oficial en que se juró el acta que consagraba a Chile como país soberano se efectuó el 12 de febrero de 1818, justamente ese día, a fin de conmemorar un año del triunfo en Chacabuco.
En Santiago, las fiestas por el juramento de la Independencia Nacional comenzaron en la tarde del 11 de febrero, con lanzamiento de salvas de cañón desde el cerro Santa Lucía. A las nueve de la mañana del día 12, el Director Supremo Delegado, Luis de la Cruz, y el General en Jefe del Ejército de Chile, José de San Martín, presidieron la solemne ceremonia que, una vez más en la Plaza de Armas, selló por escrito la emancipación nacional. Por su parte, el Director Supremo titular, Bernardo O’Higgins, encabezó el mismo evento, pero en la ciudad de Talca.
Sin duda que la jura de la independencia nacional es la efeméride más trascendental que debiéramos recordar cada 12 de febrero. Incluso, hay quienes sostienen que, por lo mismo, es en esta fecha, y no el 18 de septiembre, que los chilenos tendríamos que celebrar las fiestas patrias. Puede ser. Pero será difícil cambiar una tradición que se inició en la época de José Miguel Carrera.
A la fundación de Santiago, al triunfo de los patriotas en Chacabuco y al juramento de la independencia nacional, todos acontecimientos ocurridos un 12 de febrero, hay que sumar un cuarto hecho datado el mismo día, pero en 1812.
En efecto, principalmente los periodistas recuerdan cada 13 de febrero la fecha en que circuló por primera vez la Aurora de Chile. Debido a ello, se instituyó en nuestro país el Día de la Prensa. Sin embargo, el historiador nacional José Toribio Medina, en el prólogo al libro del estadounidense Samuel Burr Johnston, “Cartas de un Tipógrafo Yanqui”, al dar cuenta de la labor del norteamericano en nuestro país y al comentar el inicio de la circulación del primer diario nacional, expresa que “Adviértase que ese prospecto (de la Aurora de Chile) carece de fecha; pero, pues, el número primero del periódico lleva la del 13 de febrero, es de creer que apareciera el día anterior, con lo cual tendremos que en el 12 de febrero debe conmemorarse en Chile el cuádruple aniversario de la aparición del primer periódico –de la imprenta, podría decirse- de la fundación de Santiago, de la batalla de Chacabuco y de la declaración de la Independencia”.
En el mencionado prospecto de la Aurora de Chile, Camilo Henríquez, junto con destacar algunos de los acontecimientos más importantes que ocurrían en ese momento en el país, señala que “Está ya en nuestro poder, el grande, el precioso instrumento de la ilustración universal: la imprenta. Los sanos principios, el conocimiento de nuestros eternos derechos, las verdades sólidas y útiles van a difundirse entre todas las clases del Estado. Todos sus Pueblos van a consolarse con la frecuente noticia de las providencias paternales y de las miras liberales y patrióticas de un Gobierno benéfico, probo, infatigable y regenerador”.
No estaría mal en estos días, creo, a propósito de las palabras y obra de Camilo Henríquez, debatir acerca del rol de la prensa y de los medios de comunicación en general, tal como ya se ha hecho notar en algunos foros, pensando no sólo en la necesidad de que los ciudadanos sean enterados oportunamente de los acontecimientos más importantes, sino también en la calidad y pluralidad de la información que se les hace llegar.
Así pues, a las consabidas efemérides que se celebran cada 12 de febrero, siguiendo al historiador Medina, en nuestro país también debiéramos conmemorar en dicho día el inicio de la prensa. Vaya fiesta nacional, multiplicada por cuatro. Por tanto, no sería inoportuno que en los principales recintos públicos de Chile, en especial en los de Santiago, junto al recuerdo de las figuras de Valdivia, de O’Higgins y de San Martín, se destaquen las de Henríquez y de Carrera, y las de todos aquellos que apostaron por un país digno, libre, informado e ilustrado.
Vólker Gutiérrez A.
Periodista / Profesor
Presidente de Cultura Mapocho