Soy peatona, educadora, gestora educacional y patriñoña empedernida. Mandé a la cresta la pega y el sueño de la casa propia y decidí tomarme el año para viajar por Latinoamérica. Comencé en República Dominicana, donde vive mi hermano mayor. Llegué el 20 de octubre y me quedé hasta el 28 de diciembre, día en que partí a Ciudad de México a continuar el viaje. Santo Domingo fue como el intermedio entre Frutillar (donde viví los últimos dos años) y la mega ciudad.
La idea de estas crónicas es ir dejando un registro de lo observado y aprendido, desde una perspectiva que busca ser rigurosa sin perder mi subjetividad como observadora.
Me gusta caminar, ya escribí sobre eso antes y aquí mismito. Ver la vida a 4 kilómetros por hora, desde una vereda, es la forma que más me acomoda para aprender sobre educación, urbanismo, patrimonio, de mi misma y de los que me rodean. Por eso recorro a pie todos los caminos que se me cruzan.
Me gustan las ciudades, porque tienen capas, porque son un libro que se puede leer, porque están llenas de música y contrastes. Urbanas, rurales, campestres, modernas, pequeñas o gigantes, como sean me gustan, porque la visión del ser humano como constructor me conmueve. El hombre es un creador. Para bien o para mal.
En Santo Domingo caminé, leí y conversé. Y me he encontré con varias cosas…
República Dominicana y la Provincia de Santo Domingo: Datos generales.
República Dominicana está ubicada en el Mar Caribe, y comparte isla con la República de Haití. Su capital, Santo Domingo, cuenta con cerca de 2.374.370 de habitantes (en toda la provincia), de una población total de 9.445.281 personas.[1] El país tiene serios problemas energéticos y de corrupción. El índice de analfabetismo es de un 20%, según el censo 2011 y el de pobreza de un 34% (según estadísticas ONU del 2010). Es un país con una historia dolorosa, como todos en nuestro continente, no solo por la irrupción española (es la primera ciudad del continente), por el esclavismo, las guerras (internas y externas), y las dictaduras, sino también por el intervencionismo estadounidense que tan mal le ha hecho a los intentos latinoamericanos de autogobierno.
No lo acabo de entender todavía, ni al país, ni su historia, ni sus habitantes, sería una patudez considerar que lo conozco bien, pero son hartas las cosas que han llamado mi atención sobre la vida aquí, creo que dos meses son un plazo razonable como para aventurarme con algunas conclusiones sobre lo observado.
Ultra breve historia de la ciudad de Santo Domingo:
Encontré pocos documentos sobre la fundación de la ciudad, al parecer muchas fuentes de ese período se han perdido o alterado. No hay mucha información tampoco de lo que pasaba antes de la llegada de los conquistadores, sabemos sí que el lugar donde se instala la ciudad de Santo Domingo era un lugar ocupado por habitantes precolombinos (tainos), donde tenían un centro ceremonial y un poblado. La primera planificación de la ciudad que se conoce es la del gobernador Nicolás de Ovando (1501-1508). Las calles se crean corriendo en paralelo al río. La geografía local hace que sea algo diferente al damero de Santiago de Chile (me costó bastante aprender a ubicarme).
Es similar a lo que pasó en el resto del continente, ya que fue un modelo que se replicó y adaptó a los distintos fenómenos geográficos. Una plaza central, ubicada sobre un centro ceremonial indígena, donde la Catedral ocupa un lugar primordial (y cuya puerta principal no da a la plaza, para proteger del bullicio a los fieles), vecinos con cargos públicos que ocupan las cuadras centrales y, en este caso, la necesidad de construir un muro para la protección de la ciudad (los piratas serán una amenaza constante). Las murallas se comenzaron a proyectar y construir desde 1543, y se concluyen en el siglo XVIII. un siglo después se hizo imperioso derribarlas debido al aumento de la población urbana.
De la vida colonial sabemos que el transporte al interior de la ciudad se llevaba a cabo a pie y ocasionalmente en coche, que las calles estaban empedradas, la casas eran predominantemente de madera y “los techos son ordinariamente en plataforma, destinados a recoger aguas fluviales para las cisternas”.[2]
Los estilos de construcción de esa época fueron más gótico-tardíos y clásicos que barrocos. Pienso que al momento de ponerse de moda el barroco los europeos ya habían perdido interés en las islas del Caribe, llevando el saqueo y la construcción de ciudades a lo que serán los virreinatos de Nueva España y el Perú. Erwin Walter lo presenta de la siguiente manera: “La Española, cuya importancia política va menguándose desde poco después del primer tercio del siglo XVI, hasta casi eclipsarse después de la invasión de Drake y la arbitraria despoblación del norte de la isla en 1605, no es particularmente rica en monumentos”.[3] Además, las principales ciudades del caribe eran fuertes militares, parásitos del Real Situado.
A finales del siglo XVIII se empieza a complejizar la cosa, entran los franceses desde Haití (supongo que en ese momento le echaron el ojo a una antigua casona, construida en 1508 en plena Zona Colonial, que hoy es la Embajada de Francia). Viene un corto período de independencia, un terremoto, una nueva anexión a España, una invasión yanki en 1916 y un huracán. Todo el período está marcado en la ciudad, no solo por dos grandes “desastres naturales”, sino por serios problemas políticos, donde los cambios urbanos más notorios fueron dotar al casco histórico de estructuras eclécticas, que irán eliminando el sello colonial de la ciudad. Irrumpe avanzando el siglo XIX el hormigón armado y la ciudad crece sin planificación alguna debido al constante aumento de la población.
La ciudad cambió. Nuevas formas e irrupciones foráneas la van modernizando, surge la necesidad de carreteras y conectividad, los estadounidenses también mejorarán las vías. Pero no será hasta el gobierno del dictador Trujillo que la ciudad modificará radicalmente su nombre (Ciudad Trujillo) y su rostro.
Se desarrolla el Malecón, importantes ejes viales y “El Plan Trujillo de Mejoramiento Urbano”. El urbanista de la OEA, Anatole Solow plantea que “parecería que la realidad social y económica no refleja la realidad urbanística. A veces esta última le sirve de pantalla al engaño y a la mentira”.[4] Se traslada el centro político y económico de la ciudad hacia el oeste y todos los proyectos planificados se verán mutilados gracias a la corrupción y a los intereses económicos y políticos: las áreas verdes son las que se suelen sacrificar en pos del dinero y las influencias.
En la segunda mitad del siglo XX los problemas se acentúan. El agua potable, el transporte público, la marginalidad, los desechos, la insuficiencia del alcantarillado, la violencia de género y la falta de aceras son problemas graves que existen en Santo Domingo y que se replican en las demás provincias a diferentes escalas. La pobreza es el más serio. Proliferan los barrios marginales al lado del Río Ozama, prolifera también el analfabetismo y la insalubridad, las noticias en portada de femicidios se repiten día a día y ya dejaron de sorprender.
Pese a lo anterior, en 1990 la ciudad de Santo Domingo es declarada patrimonio de la humanidad, en su condición de Ciudad Primada de América. Los comentarios de UNESCO apuntan, principalmente, a los problemas de energía eléctrica, basura, mantenimiento de las calles y aceras.
Es una hermosa ciudad con una compleja historia, y recorrerla ha sido toda una aventura.
[1] Censo de Población 2010. http://censo2010.one.gob.do/
[2] PÉREZ MONTÁS Eugenio, La Ciudad del Ozama. 500 años de historia urbana. Lunwerg Editores. 4ª edición. Santo Domingo. 2007. Pág. 150.
[3] WALTER Erwin, Arquitectura y arte colonial en Santo Domingo. Universidad Autónima de Santo Domingo. 1974. Pág. 115.
[4] Ibid. 160.