Para no quedarnos a la intemperie,
llegamos a esas playas inmundas donde los niños corrían
junto a los perros persiguiendo guarenes.
Y la cosa fue tan simple, tan rápida,
que por unos pesos nos vendieron una muralla,
ni siquiera un metro de terreno, solo era un muro de adobes
Pedro Lemebel[1]
Gran parte de los terrenos que actualmente son ocupados en el sector poniente del Parque de los Reyes, durante el siglo XX sirvieron de cobijo para miles de pobladores que buscaron hacerse de un espacio en la Capital. Durante la primera mitad del siglo XX producto de las profundas transformaciones económicas y sociales que convulsionaron al país tras la caída de la industria salitre, miles de personas se volcaron al camino en búsqueda de una mejor vida. De este modo, dejaron la pala y la picota y llegaron a Santiago, depositando en esta ciudad su esperanza y la de sus familias. Sin embargo, al arribar el panorama no fue mucho más esperanzador. Esto, debido principalmente al importante déficit de viviendas para las familias pobres que arrastraba Santiago desde comienzo de siglo. La creciente cifra de déficit habitacional alcanzó en 1952 las 156. 205 viviendas,[2] y se explica con el crecimiento explosivo de la ciudad, que pasó de 390.054 habitantes en 1906 a 1.952.176 en el año 1960, lo que fue produciendo el fenómeno de la “Poblaciones Callampas”, las cuales, como su sugerente nombre señala, surgían de un día para otro sin previo aviso, a través de la organizaciones de sus vecinos que ocupaban espacios marginales de la ciudad, principalmente de propiedad fiscal, y se daban a la tarea de habilitar el espacio para poderlo habitar. En esta línea, lugares emblemáticos de esta época fueron las riberas de los causes que atravesaban la ciudad, tal como el Zanjón de la Aguada, territorio donde habitaron los sectores más desposeídos desde los tiempos de Benjamín Vicuña Mackenna, o las riberas del río Mapocho, don surgieron históricas poblaciones como el Pino y el Arenal.
Una de las primeras y más conocidas poblaciones durante los años 50 fue la población Nueva Colo Colo, que surge debido a la inundación de su antigua ubicación aledaña al río Mapocho, siendo trasladada a los terrenos ubicados entremedio de las calles Bulnes y Brasil, sobre la actual ubicación del Parque. Esta población se encontraba contigua al Estadio de Carabineros, el Fortín Mapocho, lugar emblemático para el balompié de la primera mitad del siglo XX. Además, contaba con instalaciones deportivas, como piscina y canódromo. La historia de la “Colo Colo” termina con su erradicación, siendo trasladados sus habitantes a poblaciones como San Gregorio y Lo Valledor, en la zona sur de la capital.
Siguiendo el recorrido por el Parque de los Reyes, atravesando la ex Perrera de Santiago, uno de las primeros incineradores eléctricos del cono sur, y más allá de los silos de la fábrica Melón, en donde actualmente se encuentra el parque Renato Poblete, se ubicó la población “Nueva Matucana”. Ella surgió como una población callampa alrededor del año 1948, en el terreno que antiguamente fue una pequeña chacra a la orilla del río, y luego se convirtió en un botadero de escombro y lugar para la extracción de arena. Estos mismos desechos fueron utilizados por los pobladores para la autoconstrucción de sus viviendas, recuperando ladrillos, fonolita, cartones y maderas con los que procedieron a dar forma a la Nueva Matucana. Esta población que abarcaba desde Balmaceda hasta el puente de Carrascal, tenía una superficie de casi 20 hectáreas y llegó albergar a más de 7000 personas.
En cuanto al origen de los pobladores que habitaron este espacio, se señala que tuvieron dos afluentes: primero, la migración campo ciudad y, en segundo lugar, también se indica la migración interna de la ciudad, debido al alto déficit de viviendas y la reducida y restringida oferta de arriendos. A diferencia de las posteriores “tomas de terrenos” de la década de los 60’ y 70’, no contaban con una organización previa a su conformación, sin embargo, la misma necesidad que los obligó a “arrancharse” a la orilla del río, los llevó a organizarse, como ocurrió con la necesidad de habilitar los terrenos en donde se asentarían, pues éstos se encontraban en un serio desnivel, además de contar con una considerable cantidad de hoyos producto de la extracción de arena del río. De este modo, los mismos pobladores procedieron solidariamente a rellenar y a nivelar el terreno. Posteriormente, desarrollaron organizaciones más formales, como Juntas de Vecinos, a través de las cuales pudieron acceder a servicios básicos para una vida más digna, como la instalación de electricidad y agua potable. Este trabajo mancomunado se consagró en el año 1970, cuando a través de la Operación Sitio los pobladores accedieron a los títulos de propiedad de sus viviendas, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva.
Con la llegada de la Dictadura Militar, la suerte de la población “Nueva Matucana” cambiaría para siempre, ya que en los años 1978 y 79, en el marco de las conmemoraciones del quinto aniversario del Golpe, fue programada su erradicación total, bajo la denominada Operación Confraternidad II. Sin embargo, estas políticas imbuidas en la lógica autoritaria, no se llevó a cabo tomando en cuenta la voz de los pobladores, por lo que a pesar de ser ellos propietarios de sus terrenos, fueron obligados a dejar su población y tomar nuevos rumbos, en comunas como La Florida, Puente Alto o Pudahuel, muy alejados de su hábitat original, en vivienda muchas veces de menor calidad que las que tenían en su población. Con esta erradicación se transformó profundamente la vida de los pobladores, quienes vieron mermadas sus redes familiares y sociales, perdiendo las posibilidades que ofrece el centro de la capital, y asumiendo los costos de movilización y precarización de los servicios locales en comunas con escasos recursos y creciente población. Por otra parte, con la erradicación de la Nueva Matucana se terminó con una de las mayores poblaciones “callampas” en lo que posteriormente sería el Parque de los Reyes.
La erradicación dejó tras su paso un paisaje desolador, conformado por los restos a medio demoler de las antiguas viviendas de adobe, paja y cualquier otro material que pudiera servir para poder levantar un techo; el terreno fue luego ocupado como basurero informal. Se cerró así un capítulo del Mapocho callampero, tan lejano de los actuales Parques, pero que persisten en la memoria de los miles que habitaron alguna vez sus orillas, marcando así parte importante de la historia que conforma nuestra ciudad.
Marco Lagos.
[1] Lemebel, Pedro. Zanjón de la Aguada. Seix Barral (2003)
[2] Hidalgo, Rodrigo. «La vivienda social en Chile: la acción del Estado en un siglo de planes y programas.» Scripta Nova 45.1 (1999).